Hace unos días asistí a un evento organizado por Red Hat, en el que se abordaron temas cruciales sobre el impacto de la inteligencia artificial (IA) en el futuro de las empresas y la sociedad. Entre las diversas ponencias y conversaciones que se llevaron a cabo, hubo una frase que resonó profundamente en mí y que desde entonces no he dejado de reflexionar:
La IA no reemplazará a los humanos, pero los humanos con IA reemplazarán a los humanos sin IA.
Esta afirmación, citada de un artículo publicado en Harvard Business Review en 2023, encapsula una de las principales ideas que se discutieron durante el evento.
En esencia, la frase plantea que la IA no debe ser vista como una amenaza directa para los empleos, sino como una herramienta que potencia a las personas. Aquellos que adopten y aprendan a utilizar la IA podrán sobresalir en sus campos, mientras que quienes la ignoren podrían quedar rezagados. Más que un reemplazo de la mano de obra, la IA es un complemento para la mejora de habilidades y procesos.
Por ejemplo, en lugar de pensar que un software de IA podría reemplazar a un contador, se puede entender que esta tecnología ayuda a los contadores a automatizar tareas repetitivas como el registro de facturas o la generación de reportes financieros. Esto les permite enfocarse en análisis más complejos y en asesorías estratégicas, actividades que requieren juicio humano y creatividad.
Es natural que surja temor ante el avance de la IA. Desde la revolución industrial, cada innovación tecnológica ha generado inquietud sobre la pérdida de empleos. Sin embargo, la historia demuestra que estas transformaciones suelen abrir más oportunidades de las que cierran. Por ejemplo:
Con la IA sucede algo similar. Aunque algunas tareas pueden automatizarse, se crean nuevas oportunidades que requieren habilidades humanas, como la capacidad de interpretar datos generados por sistemas de IA, entrenar modelos específicos o integrar estas tecnologías en negocios.
Lejos de ser un enemigo, la IA se perfila como un socio estratégico para los trabajadores del futuro. Las empresas que adopten estas tecnologías tendrán una ventaja competitiva, pero solo si sus empleados también están preparados para utilizarlas. Esto requiere un cambio cultural en cómo entendemos las herramientas tecnológicas.
Adoptar la IA no es opcional; es necesario para mantenerse relevante en un mundo en constante cambio. Aprender a utilizar estas tecnologías no requiere ser un programador experto. Existen muchas herramientas accesibles que cualquier persona puede integrar en su trabajo diario, desde asistentes virtuales hasta plataformas de análisis de datos.
Reflexionando sobre todo esto, me doy cuenta de que la frase citada no es solo un recordatorio, sino también una declaración de intención. En un futuro donde la inteligencia artificial se integre en cada aspecto de nuestras vidas, la clave estará en cómo decidamos interactuar con ella: como espectadores pasivos o como participantes activos que moldean su futuro.