En los últimos años, las plataformas de streaming como Netflix, HBO Max y otras han revolucionado la forma en que consumimos entretenimiento. Nos prometieron una experiencia sin interrupciones, personalizada y libre de los temidos comerciales que definieron la televisión tradicional. Sin embargo, la reciente inclusión de anuncios en los planes más económicos de estas plataformas parece ser un paso atrás que nos hace replantear si estamos volviendo, de forma irónica, al modelo que creíamos haber superado.
Cuando plataformas como Netflix llegaron a nuestras vidas, la promesa era clara: contenido bajo demanda, accesible en cualquier momento y sin interrupciones publicitarias. Esta fórmula fue un éxito rotundo, marcando una diferencia abismal con la televisión tradicional, donde los anuncios interrumpían constantemente la narrativa de películas y series. Pero con los nuevos planes económicos respaldados por publicidad, esa promesa parece haberse diluido.
Los anuncios en streaming no son tan diferentes a los comerciales de antaño, aunque con un matiz moderno: ahora están diseñados para ser personalizados. Pero ¿es realmente mejor un anuncio que "entiende tus gustos" cuando lo único que quieres es ver tu serie favorita sin interrupciones?
La televisión de hace unas décadas tenía un sistema claro: el contenido era "gratis" porque los comerciales financiaban las producciones. No era perfecto, pero tenía sentido en un modelo donde no pagabas por el contenido. En contraste, los servicios de streaming ahora combinan ambos modelos: te cobran una suscripción y, si eliges el plan más barato, te fuerzan a ver anuncios.
Esto plantea una comparación interesante: ¿no se parece esto demasiado a la televisión por cable? En el cable, pagabas una tarifa mensual y aun así soportabas bloques interminables de publicidad. La diferencia radicaba en que, al menos, tenías decenas de canales para elegir. En las plataformas actuales, estás pagando por contenido exclusivo que, paradójicamente, está siendo interrumpido.
Y aquí está lo más irónico: pensábamos que al abandonar la televisión tradicional habíamos dejado atrás esas prácticas molestas. Nos despedimos de los comerciales repetitivos y de las pausas interminables con la ilusión de que el streaming era el futuro. Pero ahora, en lugar de mirar al pasado con nostalgia, lo vemos reflejado en nuestras pantallas nuevamente, con la única diferencia de que los anuncios no promocionan otros programas interesantes, sino los mismos productos una y otra vez.
La molestia no solo radica en la interrupción del contenido, sino también en el hecho de que estas plataformas siguen aumentando sus precios. Esto obliga a muchos usuarios a optar por los planes más económicos, creando una brecha donde disfrutar del streaming "como antes" se vuelve un lujo.
Además, hay un sentimiento de traición. Muchos suscriptores eligieron el streaming para huir de la televisión tradicional, y ahora se sienten atrapados en un sistema que les devuelve los mismos problemas que intentaron evitar.
Al final, la solución más sencilla parece ser resignarnos a pagar los planes más caros. Porque si queremos evitar los comerciales, nuestra única opción es abrir la cartera, pagar la tarifa premium y aceptar que así funcionan las cosas. ¿No te alcanza? Bueno, entonces no te quejes, porque lamentablemente esa es la realidad que estamos enfrentando. Pero no debería ser así. La libertad de disfrutar contenido sin interrupciones no debería depender de cuánto puedas gastar, sino de modelos más justos que realmente respondan a las necesidades de los usuarios.